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Eran cientos de miles. No cabía un alfiler entre la multitud de pañuelos blancos que colmaron la Plaza de Mayo y sus alrededores. El grito de ¡Nunca más!, ¡Presentes! y ¡A dónde vayan los iremos a buscar! se escuchaba desde cualquier rincón. Los bares estaban atestados de personas que no podían siquiera ver el escenario principal, y que por eso disfrutaban por TV las conmovedoras palabras de las oradoras.
El 2X1 no es aplicable a conductas delictivas que encuadren a delitos de lesa humanidad, genocidio o crímenes de guerra”, afirma el artículo 1 de la ley que había sido sancionada por diputados y senadores horas antes de que la movilización comience. La Corte Suprema de Justicia –a poco de ser reformada vía Poder Ejecutivo y Legislativo- está desgastada. El aberrante beneficio del 2X1 al genocida Luis Muiña sumado al fallo de febrero que determinó que las Cortes Internacionales no pueden revocar sus sentencias, son la fiel muestra de que se preparó el escenario “para terminar con las mentiras sobre los años 70” tal y como escribió La Nación en su editorial al primer día de la salida de Cristina Kirchner de la presidencia.
Mauricio Macri opinó con palabras escuetas sobre el fallo y con un retardo que demuestra que su posición ante las políticas de Derechos Humanos se define por las encuestas de sus asesores. Ya había sucedido con la polémica del 24 de marzo y con el debate sobre la cifra de 30.000 desaparecidos.
“Acá está el pueblo. Un pueblo más sabio y comprometido, más fuerte para resistir estos embates que nos retrotraen a un pasado siniestro y que quieren consolidarse como un presente y futuro” sentenció Estela de Carlotto, minutos antes de que los pañuelos blancos se agitaran con fuerza. Con esa fuerza que tienen los organismos de Derechos Humanos, símbolo de la lucha incasable contra la impunidad y que son ejemplo para esos cientos de miles que ayer se reunieron para responder ante las decisiones siniestras de unos pocos.
El repudio al 2×1, también en el exterior: Las marchas en contra del fallo de la Corte no solo fueron locales. Argentinos residentes en Barcelona y organizaciones de DD.HH. se congregaron también en la Plaza San Jaume, corazón político y epicentro de manifestaciones en la ciudad.
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